sábado, 17 de octubre de 2015

Las lecciones salvan vidas.

Esta no es una noticia reciente ni mucho menos. Sin embargo, me enteré hace poco de este hecho en una de mis clases de riesgos naturales y he visto interesante comentarlo por aquí.



Se trata de un suceso ocurrido en 2004, el 26 de diciembre. Este día, se produjo un terremoto en medio del Océano Índico. Esta liberación de energía trajo consigo que en las costas cercanas se produjeran tsunamis. Cuando un terremoto ocurre en el mar, las olas comienzan a moverse a lo ancho debido a esa energía despedida por el terremoto. El rozamiento con el fondo marino hace que, a medida que avanzan las olas, estas vayan aumentando su altitud y disminuyendo su anchura, lo que finalmente provoca que a la llegada a la costa, se formen unas grandes olas de varios metros de longitud, que arrasan con todo a su paso.
Tilly Smith es una niña británica de 10 años de edad -en aquel entonces- que ese día pasaba con sus padres unas vacaciones navideñas en Tailandia. Estando en la playa, la niña advirtió que el agua del mar burbujeaba, y de repente, el mar retrocedía mucha distancia ante sus ojos. Tilly reconoció al instante que esas señales indicaban la llegada de un tsunami a la costa. Advirtió a sus padres, y estos, ante la insistencia de su hija, finalmente la creyeron. Avisaron a toda la playa y evacuaron de inmediato la zona. Gracias a eso, se salvó aquella costa del tsunami, en la cual no hubo ninguna víctima tras la gran ola.
Tras lo ocurrido, muchos medios preguntaron a la heroína por lo ocurrido en la playa y la presteza de su aviso. La niña explicó que, justo un par de días antes del viaje a Tailandia, en su colegio el profesor de geografía les había explicado cómo reconocer un tsunami. Estaban dando temas referentes a catástrofes naturales, y en clase les enseñaron que el burbujeo y la retirada del mar muchos metros atrás eran signos evidentes de que se acercaba un tsunami.
La niña, al ver esas evidencias en la playa, no dudó ni un segundo de lo que se avecinaba y logró salvar muchas vidas gracias a conocer los signos que alertan de las olas gigantes. Aquella lección en su clase de geografía le sirvió para convertirse en una heroína tras poner a toda esas personas a salvo.

Aquí os dejo el vídeo de lo ocurrido, con comentarios de la propia Tilly sobre lo que ocurrió aquel día en esa playa, y cómo relata que quien debe ganarse el título de héroe es su profesor, por haberle enseñado aquella lección que le salvó la vida a su familia y a cientos de personas.

domingo, 11 de octubre de 2015

10:10

Desde hace años me vengo fijando en un curioso fenómeno que ocurre en todas partes. Un detalle que a muchos pasa inadvertido, pero que está ahí, en los carteles publicitarios, en las revistas, hasta en los vídeos de internet. Hablo de los relojes. Y no de relojes cualquiera, sino de relojes analógicos que marcan las 10:10.
Quizás penséis que esto es una idiotez paranoica al más puro estilo El número 23, pero podéis comprobar que este patrón se cumple. Pongamos un ejemplo básico, buscar en Google "reloj". ¿Cuál es el resultado? Aquí lo veis, 4 de las 6 primeras imágenes marcan las 10:10.

"Casualidad", pensareis algunos. Abrid una revista de decoración, de muebles -un catálogo de Ikea nos vale- y fijaos que en varias de esas fotos de luminosos salones con muebles de madera, en la pared del fondo, hay un reloj analógico que marca las 10:10 de nuevo. Como veréis en esta imagen, nuevamente, nos aparece un reloj marcando esa misma hora que se repite en todas partes.

Bien, es evidente que esta hora se repite en todas partes, en publicidad mayoritariamente. No es nada del otro mundo, simplemente una curiosa casualidad que quería hacer ver. Es algo que llevo observando un tiempo, y por ello, me puse a indagar por qué se reflejaba siempre la misma hora. No podía ser casualidad que se eligiera esa hora para aparecer en todos los anuncios. ¿Por qué las 10:10 y no las 9:25, por ejemplo? Vale, no se cumple siempre que el reloj marque esa hora, pero me extrañaba mucho que así fuera en la mayoría de los casos. Por eso, me puse a investigar para dar con la clave de esta disposición horaria.

Leyendo por estos lares, descubrí que hay más gente que también se lo había planteado. Algunos de ellos atribuyen este hecho a conmemoraciones de personajes históricos que fueron asesinados más o menos a esa hora, pero esto no me convence ni me parece del todo cierto. Sin embargo, hallé una respuesta muy racional y que, evidentemente, tenía mucho que ver con el diseño y la publicidad
Unas manecillas que apuntan a las 10:10 están lo bastante separadas como para que se aprecie bien el diseño del reloj, además de estar simétricas, lo que además permite ver con mucha claridad el logo o la marca del reloj. A su vez, algunos relojes tienen indicadores del día o fecha que suele estar en torno al 3, por lo que en esta disposición de las manecillas se ve perfectamente.
Y sin duda, el rasgo más llamativo que abarca estas características, es que esta forma de las manecillas es muy similar a un "tick", lo que da un aspecto muy positivo
Todo esto hace de las 10:10 una hora perfecta para un reloj.
Al final, todo se resume en un aspecto simplemente publicitario, pero muy bien elegido. Es por ello que hoy en día es muy común encontrar relojes que marquen esta hora. Es muy habitual que el diseño de cosas tan nimias como es la hora que marca un reloj en un anuncio haya sido cuidadosamente elaborado para influir en nuestra percepción del producto.

viernes, 9 de octubre de 2015

El gato del farero.

Aprovechando que estos días me estoy leyendo a Miguel Delibes en La naturaleza en peligro, he decidido contar aquí uno de los muchos sucesos que plasma el libro que me llamó bastante la atención.


En la última década del siglo XIX, un farero aficionado a los pájaros llamado Lyall fue destinado a Stephens, una pequeña isla en Nueva Zelanda. Se llevó consigo a su gato, para tener compañía en aquella solitaria isla.
Como gato que era, el felino le traía bichos y pájaros que encontraba en aquel prístino lugar a su dueño. Este se fijó en que el gato comenzó a llevarle unas aves pequeñas, rechonchas, con alas muy cortas. Pensó que no podría volar con ellas, seguramente sería un ave que haría su vida sobre el suelo. Tras examinarla, reconoció que nunca había visto ese pájaro, y decidió mandarlo a ornitólogos expertos en Inglaterra. Para la sorpresa del farero, se publicó en una revista científica su hallazgo, bautizando a la nueva especie como Xenicus lyalli, en su honor.
El señor Lyall debería de estar entusiasmado, así que se dedicó a conservar todos los pajarillos de la nueva especie que le traía su gato. Todos estos especímenes fueron enviados a Inglaterra. Pero un día, el farero dejó de ver Xenicus lyalli en las fauces de su gato. Ya nunca volvió a verlos más. Abandonó la isla y desde aquel día, no volvió a ver a ninguno de esos rechonchos pajarillos. Muchos ornitólogos fueron después a la isla en su busca, pero fracasaron en el intento.

Es increíble cómo sólo hizo falta un gato para acabar con toda una especie. Sólo un individuo depredador arrasó con una especie entera de aves. Es, sin duda, el caso más llamativo de las consecuencias que puede acarrear la introducción de una especie en un ecosistema que no es el suyo. Quién sabe, quizás si aquel farero no hubiera ido a parar a aquella isla con su gato, la especie no se conocería y nos sería completamente desconocida, pero por lo menos no se habría extinguido tan pronto...
Estudios posteriores revelaron que aquella especie de pájaro endémico ocupó las grandes Islas Norte y Sur de Nueva Zelanda, en donde era bastante común. Pero la introducción de especies como las ratas las hizo desplazarse hacia pequeñas islas, donde no pudieran ser devoradas. Se establecieron así poblaciones dispersas en la isla, que fueron menguando hasta que, con mala suerte, se vieron cara a cara con la parca gatuna, la cual acabó por extinguirlas.

jueves, 8 de octubre de 2015

“El batir de las alas de una mariposa puede provocar un huracán en otra parte del mundo”.

Siempre he sentido una inmensa fascinación por este efecto: El efecto mariposa. Según este fenómeno, un sistema, dada unas condiciones iniciales, puede evolucionar de formas muy diversas dependiendo de los caminos tomados. Es fascinante pensar cómo puede variar algo que simplemente ha optado por otra ruta diferente hasta su desenlace. El mundo está lleno de estas interconexiones, es un sistema muy complejo en el que veo claramente este concepto de la Teoría del Caos. Por eso me maravilla tanto.
Otra de mis grandes pasiones es la biología, y con ella, la zoología y la botánica. Aficionada al reino animal desde pequeña, he sentido casi por instinto una curiosidad acerca de estos seres vivos, su forma de ser, cómo son, por qué son así... Todo esto me ha llevado a querer estudiarlos y conocer más acerca de ellos.
Quizás es sólo un simple juego de palabras ingenioso el nombre de este mi primer blog. Pero aún siendo así, Efecto Lepidoptera refleja para mí algo más que una mera ocurrencia uniendo los nombres del mencionado principio de la Teoría del Caos y el orden al que pertenecen las mariposas. Me representa mejor de lo que pensé en un principio. Por eso, tras tanto meditar cuál sería el nombre que bautizara este pequeño rincón, me he decantado finalmente por este.



Una vez presentado, espero que os guste este blog que iré llenando poco a poco con ocurrencias de las mías y entradas interesantes cargadas de curiosidades. ¡Hasta pronto!